Años atrás mi abuelo y yo almorzábamos en el Hotel City. Lugar tradicional del centro de Santiago y dónde concurren los abogados. No olvidaré sus postres ni a su gente, aún siento nostalgia al pasar frente a sus puertas giratorias. Son recuerdos lejanos en el tiempo, sin embargo hay uno que viene a mi memoria con nitidez. El hotel queda a unos pasos de la Plaza de Armas. Un día mi abuelo quiso pasear por ella para enseñarme algunas cosas. Caminamos por la Catedral y frente a la Municipalidad, apreciamos la construcción del edificio del Correo y también el Museo Histórico Nacional. Pero de toda esa visita, lo que más llamó mi atención fue la estatua de Pedro de Valdivia, fundador de la ciudad. Mi abuelo dijo que me fijara en su figura, advertí que llevaba su camisa arremangada y postura de trabajo, en su mano derecha acarreaba los planos de una ciudad incipiente que comenzaba a construir y su espada estaba envainada en el lado izquierdo de su cintura. Tiene intención de construir y no de destruir, de forjar y no de matar. A los habitantes de Santiago les pregunto ¿Se habían fijado en el detalle?. Esta es una filosofía que desde entonces he tratado me acompañe en todas las actuaciones de mi vida. Muchas veces se requiere más valor para construir que para destruir, para la paz que para la guerra, para vivir que para morir. Este es el legado que debemos dejarle a las nuevas generaciones, tenemos que enseñarles a "construir" un mundo mejor, y eso no es una tarea fácil. Así lo hizo, y para lo cual sacrificó su vida, el conquistador de Chile. Saludos.
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