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miércoles, 20 de abril de 2011

Iglesia y Pedofilia

Es históricamente conocido que siempre han existido escándalos sexuales en la institución moral más poderosa, antigua e influyente del mundo: la Iglesia Católica. Desde antiguo se ha sabido de Papas y Obispos con vida libertina y de harenes en el Vaticano, de un Julio II que dirigía ejércitos y de llamados a matar en nombre de la cruz. Pero la crisis que vive hoy el catolicismo es de una gravedad mayor a las anteriores pues acontece en un mundo que exacerba la libertad total para cuestionar dogmas, ritos o hasta a la misma existencia de Dios. Es una crisis que no se origina en los creyentes, si no que proviene del mismo clericado, es decir de los llamados a enseñar el Evangelio. Nos vemos obligados a cuestionar el rol de los sacerdotes y a no negar que son seres humanos con virtudes, defectos y pasiones como todo el mundo. Esta crisis remece a la Iglesia en el sentido de que la gente ya no cree por creer si no que exige consecuencia en el actuar de los que profesan esta fe y que la establecen cómo única verdad. La Iglesia ya no tiene el poder ni la influencia de antaño, por lo tanto esta crisis atenta contra simientos ya debilitados. Practicamente en todos los países del planeta existen gobiernos laícos y se predica la libertad religiosa. Ya la Iglesia no puede imponer por la fuerza sus creencias a través de los gobiernos, educación o del derecho mínimo de ser sepultado con dignidad. Está el respeto a los no creyentes y la no obligación de ceñirse a normas estrictas relacionadas con una moral no compartida por todos para ser aceptado socialmente. La naturaleza es sabia y el río siempre vuelve a su cauce natural. Por más creyentes que seamos no podemos renegar de que somos seres humanos y por lo tanto "carne". Somos parte también de una naturaleza salvaje y cruel que estamos lejos de dominar. Debemos vivir en armonía con ella y lo anterior no significa volver al estado primitivo o prehistórico. Nuestro desarrollo intelectual y evolutivo nos ha permitido distinguirnos de los animales. Es cierto, tenemos inteligencia, voluntad y capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, pero también tenemos un cuerpo con necesidades tan básicas como alimentarnos, hidratarnos o reproducirnos. El ser humano, sea sacerdote o laíco, no puede ir contra la naturaleza, no puede renegar de lo que primero somos: "carne". La palabra de Dios no puede ir contra esa realidad. La idea de un Dios único y que lo gobierna todo proviene de la mesopotamia antigua y de un importante personaje histórico llamado Zoroastro. Existe la teoría de que la religión judía es hija de estas ideas y por lo tanto no sería una verdad "revelada" si no que transmitida de generación en generación. Esta idea es el origen de las principales religiones monoteistas: Judaísmo, Cristianismo, Islamismo y Budismo. Lo anterios va más allá de dogmas, virginidad o guerra santa pues a mí, en lo personal, me repugna la sola idea de sentirme parte de un pueblo superior o "elegido". Si vamos a la raíz de todas las religiones nos encontramos con un solo mandamiento " practica el AMOR con tus semejantes y vive en armonía con la naturaleza" y lo anterior tiene una sola regla práctica "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti". Esta es la esencia y enseñanza (con matices por supuesto) de todas las religiones y verdades que tienen su origen aún antes de Abraham, Noé o Moises. La idea de un Dios único fue recogida también en Egipto y Grecia por los sabios de esas culturas que no comulgaban con las creencias politeístas que reinaban en la época. Fue este Dios único el que creo a la Naturaleza y no debemos ir en contra de ella. Hay que entenderla y vivir en armonía con sus leyes pues si no lo hacemos dejamos de ser hombres y por lo tanto parte de esa misma naturaleza que creo Dios. Negar que somos "carne" es negarnos a nosotros mismos. Impedirle a un hombre que tenga sexo es negarle su condición humana, es decir tal vez vaya contra los mismísimos derechos humanos. El celibato es una institución que va en contra de lo que somos y ser "carne" no tiene nada de malo siempre que lo conjuguemos adecuadamente con nuestro espíritu. Impedirle a un hombre que sea "carne" es ir en contra de la naturaleza y por lo tanto es ir en contra de Dios. Saludos.

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