Los que me visitan

jueves, 29 de agosto de 2024

Lisboa

     Fueron dieciséis horas de vuelo desde Santiago de Chile. Ni yo mismo entiendo la alegría que me produce estar aquí, a pesar de haber conocido tantos lugares en el mundo. Es la segunda vez que visito la capital de Portugal y me surge una pregunta: ¿Por qué me gusta Lisboa? ¿Qué tiene de especial esta ciudad que cautiva? Es una de las capitales más pequeñas de Europa. Portugal es un país de reducidas dimensiones. Sin embargo, Lisboa provoca algo en el visitante que queda prendado de ella y solo añora volver una vez que la deja.
     Intento racionalizar tantas emociones y concluyo que Lisboa acoge y deslumbra por la multiplicidad de sus colores. Sus edificios, castillos y construcciones medievales son únicos y asombran por su arquitectura. Lisboa es de esas ciudades que invitan a caminar sin rumbo, sin importar que nos perdamos en sus calles empinadas para contemplar sus pisos adoquinados, subir a un viejo tranvía o recorrer sus plazas monumentales.
     En mis primeras horas, quise caminar despacio y contemplar las maravillas que ofrece Lisboa. Me alojé en un hotel cercano al monumento en homenaje al Marqués de Pombal y allí comenzó mi recorrido. Sebastião José de Carvalho e Mello, más conocido como el Marqués de Pombal, fue el estadista portugués del siglo XVIII que reconstruyó la ciudad tras el terremoto de 1755. Este fue un violento sismo y maremoto que destruyó Lisboa y marcó para siempre la vida de sus habitantes. En honor a él se erigió este monumento, que parece vigilar desde las alturas los barrios de la Baixa y Chiado, reconstruidos por Pombal. Esta rotonda es el punto de encuentro de los lisboetas para celebrar triunfos deportivos y eventos masivos de toda índole. La imponente escultura se eleva sobre una columna de 34 metros de altura, y a este polémico personaje se le considera padre de la sismología moderna.
     Desde esta rotonda comienza la Avenida de la Libertad, y es posible caminar por ella hasta la Plaza de Comercio en pocos minutos. Esta avenida, al más puro estilo de los Campos Elíseos de París, fue construida a finales del siglo XIX. Se trata de una calle arbolada de 90 metros de ancho, con pavimentos decorados con dibujos abstractos. Aún conserva cierta elegancia, con fuentes y parques bajo los árboles. En la acera derecha se encuentran prestigiosas tiendas de lujo, tanto firmas internacionales de ropa como Armani, Dolce & Gabbana, y más. También hay joyerías y firmas portuguesas. Hacia la mitad de la avenida, a la izquierda, se encuentra el «Monumento a los Muertos de la Gran Guerra».
     La Avenida de la Libertad desemboca en la Plaza de los Restauradores, cuya característica principal es un obelisco situado en el centro. Dicho obelisco es el "Monumento a los Restauradores", un conjunto escultórico conmemorativo de la independencia definitiva de Portugal. Tras una crisis de sucesión, el país luso fue gobernado desde 1580 hasta 1640 por la dinastía de los Austria, que también reinaba en España en esa misma época.
     A pocos metros se encuentra otra plaza, la Plaza Rossio, actualmente conocida también como Plaza de Don Pedro IV. A su alrededor abundan hoteles, restaurantes y bares en los que pasar un buen rato. En la Plaza Rossio hay varios monumentos y puntos interesantes que conocer: la Estatua de Don Pedro IV de Portugal y I de Brasil se encuentra en el centro, sobre la cúspide de una columna al estilo del Monumento a Nelson en Londres. En el lado norte encontramos el Teatro Nacional Doña María II, un majestuoso edificio de estilo neoclásico en el que se desarrollan actividades culturales en Lisboa. Por último, en el lado izquierdo está la Estación Ferroviaria de Rossio. Construida en el siglo XIX, es, sin duda, el edificio que más llama la atención en la plaza. Desde ella salen los trenes que van a Sintra.
     Y sigo caminando. Dejo la Plaza Rossio y tomo la Rua Aurea hacia el río Tajo. A una cuadra, a la derecha, me encuentro con uno de los monumentos más hermosos de Lisboa: el Ascensor de Santa Justa. Con sus 45 metros de altura, conecta la Baixa con el barrio de Chiado y es una atracción obligada de Lisboa. Se terminó de construir en 1902 y su diseño es obra del ingeniero Mesnier de Ponsard. De estilo neogótico, posee una estructura de hierro inspirada en otras construcciones francesas de grandes dimensiones, como la Torre Eiffel. En un inicio, el ascensor constituía un elemento fundamental en la red de transporte público, pero hoy es un símbolo turístico de la ciudad.
     Continúo mi recorrido dos cuadras hacia el oriente para ver la Rua Augusta, que corre en paralelo. Siguiendo hacia el sur, ya se divisa la Plaza de Comercio. La Rua Augusta es la vía principal del barrio de la Baixa y une la Plaza Rossio, a través del Arco Triunfal, con la Plaza de Comercio. Se trata de un paseo peatonal lleno de restaurantes y tiendas que lo convierten en un lugar neurálgico de Lisboa. Pasamos el arco y llegamos a la Plaza de Comercio, el mismo centro de la ciudad. El Palacio Real se asentó por más de doscientos años en el terreno de esta plaza, sin embargo, fue destruido por el sismo de 1755. El Marqués de Pombal ordenó su reconstrucción en forma de “U”, con tres edificios de gran tamaño a su alrededor que albergan organismos gubernamentales. En medio de la plaza se encuentra la estatua ecuestre de José I, el monarca que estaba en el trono cuando ocurrió el terremoto. Es tradición lisboeta reunirse aquí cada 31 de diciembre para recibir el Año Nuevo.
     No han sido más de 40 minutos a pie desde la Plaza Marqués de Pombal. Aún queda mucha mañana y decidí tomar uno de los autobuses turísticos de color rojo. Me dirijo al barrio de Belém, donde hay al menos tres monumentos imperdibles de Lisboa.
     El primero de ellos es la Torre de Belém, quizás el edificio más emblemático de Lisboa. Es una antigua construcción militar de estilo manuelino, una escuela arquitectónica portuguesa que combina ornamentación europea y morisca, que tuvo su auge durante el reinado de Manuel I de Portugal. La torre fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1983. Sirvió en un inicio como torre defensiva para proteger Lisboa, y con posterioridad su misión se relegó a la de faro de la ciudad y centro aduanero. Fue construida entre 1515 y 1519 y es obra de Francisco de Arruda. La torre cuenta con cinco pisos y termina en una terraza. Todas las plantas se comunican por una pequeña escalera de caracol.
     Ahora caminamos unas cuadras hacia el oriente, por la ribera del Tajo, y encontramos el Monumento a los Descubrimientos, que celebra a los exploradores portugueses de los siglos XV y XVI y a los visionarios que hicieron de Portugal la primera potencia marítima de la época. El monumento actual data de 1960 y tiene 52 metros de altura. Su propósito fue conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. El Monumento a los Descubrimientos contiene un grupo escultórico con forma de carabela, en cuya proa el Infante Don Henrique abre camino a numerosos personajes que tuvieron que ver con los grandes descubrimientos que hizo Portugal. Complementa el monumento, en su lado norte, una Rosa de los Vientos de 50 metros de diámetro dibujada en el suelo, que fue un regalo del gobierno sudafricano en 1960.
     Finalmente, visitamos el Monasterio de los Jerónimos. El Monasterio de los Jerónimos de Santa María de Belém es un monasterio de la Orden de San Jerónimo, ubicado en el barrio de Belém, al costado norte del Monumento a los Descubrimientos. El edificio fue concebido en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo y encargado por el rey Manuel I de Portugal para conmemorar el afortunado regreso de la India de Vasco da Gama. Su construcción se inició en enero de 1501 y concluyó a finales del siglo XVI. En el interior de su iglesia se encuentran los restos de Vasco da Gama y de Luís de Camões, el más importante poeta de lengua portuguesa.
     Ha transcurrido la mañana, hay hambre y es hora de almorzar, quizás un bacalao o un excelente surtido de mariscos, comida típica de Portugal. Aún hay otros lugares que visitar, como el Castillo de São Jorge y el barrio Alfama. Además, por la noche, asistiré a un espectáculo de fado y música portuguesa. Sin embargo, ahora me despido, esperando que hayan disfrutado mucho de Lisboa y, sobre todo, aprendido un poco más de una de las ciudades más hermosas que conozco. ¡Saludos!

1 comentario:

Cadoola dijo...

Aprecio la manera en que conectas con tus lectores a un nivel personal.