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jueves, 12 de noviembre de 2020

Parménides de Elea: ¿Ser o no ser?

 
A la política de hoy se le mira con desprecio. Debiera ser una actividad racional y noble, sin duda que la más racional y noble de todas pues de ella depende el futuro de nuestras naciones. Sin embargo, en nuestros días, genera rechazo y desconfianza. Los políticos actuales  forman parte de un circo cuyo espectáculo es impresentable. Necesitan ser mediáticos y cuesta creer el nivel de ridículo al que están dispuestos a llegar para ganar un par de votos. Lo más preocupante de todo, es que existe gente, "ciudadanos" entre comillas, que le entregan su voto. En la actualidad, adherir a un partido político es lo mismo que ser parte de una barra brava. Veo con preocupación, y también miedo, como la mejor gente huye de la política. Los que debieran tomar decisiones prefieren dedicar sus vidas a lo profesional o familiar. Con tristeza, concluyo que la democracia está en peligro ya que nadie escucha a nadie. El que piensa distinto es un enemigo al que hay que destruir y la razón pertenece al que grita más fuerte. El político más hábil (y no digo el más inteligente) no es el que dice la verdad sino el que sabe reconocer lo que la muchedumbre quiere escuchar. La verdad pierde importancia y la racionalidad es desplazada por una emocionalidad irreflexiva. Los que intentan poner una cuota de cordura son insultados, perseguidos y obligados a dejar la cosa pública. Lo primero que ustedes se preguntarán es cómo llegamos a esta situación y mi respuesta es la misma de siempre. Los valores y pilares fundamentales sobre los cuales descansan las leyes e instituciones que rigen nuestra vida en sociedad, las cuales, a su vez son el producto del trabajo y esfuerzo de miles de años y muchas generaciones, la mayoría de la población los ignora. Sigo convencido de que la educación del siglo XXI consiste en una fábrica de especialistas sin una visión integral de lo que es el ser humano. Por lo anterior, insisto en mi creencia de que hay que volver al estudio de los sabios de la antigua Grecia. Solo en ellos encontraremos los verdaderos cimientos de nuestra cultura y el camino para retomar una convivencia sana que promueva el progreso efectivo para toda la humanidad. Así, cómo en mi artículo anterior, los invité a meditar y les expliqué por qué la cultura occidental nació en la Grecia de Homero, hoy quiero volver a hacer un ejercicio que a mi juicio es necesario. La política y la democracia están en una decadencia tal que llega a asustar. Por favor, acompáñenme a meditar y a tomar conciencia de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. En este momento, esta es la única manera que tengo, como ciudadano común y corriente, de intentar hacerles ver y quizás dar un vuelco a lo que está ocurriendo. Los primeros filósofos surgieron en las islas del mar Jonio y su interés abarcó a la totalidad de las áreas del saber. Fueron, al mismo tiempo, filósofos y físicos, astrónomos y matemáticos. Buscaron el principio unificador de todo lo que existe y sus respuestas hoy nos parecen simples. Se apegaron al ámbito físico, pero en ellos vemos, por vez primera, un intento de búsqueda filosófica. Ya en un proceso de abstracción mental más sofisticado, encontramos a los pitagóricos. Vieron a ese elemento unitario en las relaciones matemáticas que hay entre los distintos elementos, es decir, que ese principio de unidad se encuentra en los números. A lo anterior siguió Heráclito de Éfeso y su afirmación de que ese elemento unitario no existe. Todo fluye, el universo es un caos, un cambio permanente y, por lo tanto, de ese pensamiento deriva su metáfora de que nadie puede bañarse dos veces en un mismo río puesto que sus aguas están en un flujo eterno. En este punto de la historia de la Filosofía me quiero detener. Es el momento en que surge el más importante de los filósofos pre -socráticos, un personaje fundamental en la historia del pensamiento. Un hombre que modeló el mundo que vivimos y sin el cuál no existiría el desarrollo científico y tecnológico que vemos hoy. Quiero detenerme en Parménides de Elea: Parménides, como su nombre lo indica, nació en Elea, ciudad griega del sur de Italia que, posteriormente, los romanos llamaron Velia. Se estima que vivió entre los años 540 al 470 ac y que fue contemporáneo a Heráclito. También se especula que fue discípulo de Pitágoras. Sabemos de él gracias a Platón y Aristóteles, especialmente a Platón pues lo hace protagonista de varios de sus diálogos. Tan solo ha llegado hasta nosotros un fragmento de su única obra escrita conocida: "Sobre la Naturaleza". Si consultan cualquier manual de filosofía, encontrarán a Parménides como la contraparte al pensamiento de Heráclito. Como ya vimos, el de Éfeso negaba la existencia de un principio unificador del universo. El cosmos es caos y permanente cambio. A contrario sensu, el pensamiento de Parménides, dejando atrás la filosofía de la naturaleza y entrando en la metafísica, se basa en un principio fundamental: "lo que es, es y lo que no es, no es". A primera vista parece solo un juego de palabras, pero esta frase es tan importante que da inicio al pensamiento lógico en la cultura occidental. En efecto, Heráclito nos dice con su teoría del cambio que algo que es, indefectiblemente se transformará en algo que no es. El agua se transformará en vapor o en hielo por ejemplo. Parménides, desde un punto de vista lógico, niega esta posibilidad. Algo que es, no puede transformarse luego en algo que no es, eso es imposible. De lo anterior se derivan una serie de consecuencias. Primero, según Parménides, tiene que existir un elemento unificador y permanente en el universo. Pero, nuestros sentidos dicen lo contrario. El mundo siempre está cambiando, vemos todos los días como el agua se evapora y que lo que vive debe morir. Aquí tenemos una segunda y trascendental consecuencia: Parménides nos dice que el mundo percibido por nuestros sentidos está fuera de lo comprensible y lo inteligible pues va contra la razón. Lo que perciben nuestros ojos, nariz u oídos son solo apariencias y la verdad solo puede ser conocida a través de la razón. Este es el nacimiento del método científico y para corroborar lo que dice Parménides, su discípulo, Zenón de Elea, elabora el argumento de Aquiles y la tortuga. Zenón supone una carrera entre Aquiles, el más rápido de los hombres, y una tortuga, el más lento de los animales. Aquiles da una ventaja y, por esto, jamás logra alcanzarla. Mientras Aquiles recorre el espacio que lo separa de la tortuga, ésta siempre recorrerá otro espacio aunque más pequeño; esto se repite de forma infinita puesto que el espacio es infinitamente divisible. La lógica nos dice que, aunque cada vez más pequeño, siempre existirá un espacio entre Aquiles y la tortuga. De más está decir que esto no es lo que perciben los sentidos. La contribución que hace Parménides a las ciencias exactas es evidente, pero esta no fue la motivación que me llevó a escribir este artículo. Fue filósofo y científico, pero, además, Parménides fue un prominente político y ocupó las más altas magistraturas de su ciudad natal, Elea. Quiero hacer hincapié en su legado ético y político que no es menos importante que el científico. Para ello, es necesario analizar con detención su poema "Sobre la Naturaleza". Encontraremos que la búsqueda de la  verdad no se limita solo al campo de lo exacto. Su poema se divide en tres partes: a) Proemio, b) La Vía de la Verdad y c) La Vía de la Opinión. El Proemio es un viaje que hace Parménides, arriba de un carro tirado por caballos en lo que, al parecer, es su asunción al poder. Llega ante la diosa de la Verdad quién le hace una revelación para ayudarlo a que logre un gobierno exitoso.  Le dice que no debe temer a conocer de todo, tanto lo verdadero como también aquello que carece de auténtico crédito. Sin embargo, es necesario aprender a distinguir lo uno de lo otro. Para conocer la verdad hay solo dos vías posibles, reconocer que una cosa existe y que es necesario que exista o negar su existencia admitiendo que no puede existir. Solo la primera nos llevará a la verdad pues la segunda es un callejón sin salida. No se puede conocer lo que no existe. Pero también hay una tercera vía de la cual hay que alejarse y es la vía de la simulación. Es la vía que utilizan los hombres incapaces de entender lo que ven y oyen. Para ellos una misma cosa es y no es al mismo tiempo o puede que hoy sea y mañana no. Esta vía no es más que un círculo vicioso. No es difícil darse cuenta que esta revelación no se refiere solo a la verdad científica. La verdad es lo que es y es imposible conocer lo que no es. No hay términos medios y no podemos tomar en serio a los hombres que afirman que una cosa es y no es al mismo tiempo o que hoy es y mañana no. Siento que la diosa nos habla a nosotros, a los ciudadanos de hoy, pues también debemos buscar la verdad solo a través del ser y alejarnos de la simulación. Para los políticos de hoy, las cosas son y no son al mismo tiempo o lo que hoy es, puede que mañana no lo sea. Cómo lograr que el electorado utilice la vía del ser para tomar decisiones, y más aún en política, se transforma en la pregunta del millón. Pero la diosa no se limita a revelarnos que la vía del ser es la única que nos conducirá a la verdad. Ya en la segunda parte del poema, la diosa revela que la verdad, la cual equivale al ser, se manifiesta a través de ciertos indicios respecto de los cuales debemos estar atentos y saber reconocer. Primero, el ser es único, pues dos seres implica que uno tiene algo que el otro no tiene y por lo tanto no es. También es inmóvil puesto que el movimiento implica pasar de ser a no ser. Lo anterior hace al ser eterno, homogéneo y continúo. En resumen, el ser es la perfección y no puede convivir con el no ser. Tienen razón los que piensan que todo lo aquí expresado es metafórico y figurado. Sin embargo, yo entiendo que el poema intenta decirnos que la verdad es única, eterna e inamovible. También es perfecta lo cual hace imposible que existan las medias verdades. Las cosas son o no son y una media verdad es en el fondo una mentira. Lo que intento con este artículo no es que usted piense de tal cual manera, pero si que, a la hora de ejercer su derecho a sufragio, utilice estos criterios para tomar una decisión responsable. La política no es un juego y en ella debe primar la racionalidad. Se supone que un ciudadano es un adulto y su capacidad de raciocinio es lo que lo diferencia de un niño. Más allá de las ideas personales de cada uno, en la política debe primar la razón...no debemos permitir que de nuestros sentidos o sentimientos surjan apariencias, es decir, que nuestra subjetividad nos engañe...debemos parar y sentarnos para colocar la cabeza entre nuestras manos...luego meditar, meditar...y meditar. Saludos.

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