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martes, 11 de octubre de 2022

Plebiscito 2022

Bienvenidos a "Un lugar de literatura". Hace unas semanas Chile fue a las urnas y mediante plebiscito rechazó la proposición de nueva Constitución que hizo la ya disuelta Convención Constitucional. Ahora bien: ¿Qué se viene en la discusión política chilena? ¿Continúa el proceso constituyente? ¿Qué dicen las encuestas? ¿Qué opina la clase política sobre el tema?, ¿Qué piensa el chileno común sobre este proceso? Si quieres tener mayor información acerca de esto y más... del ambiente político que se respira en Chile después del plebiscito del 4 de septiembre, acompáñame y quédate conmigo hasta el final de este vídeo.

El proceso constituyente chileno se inició el 18 de octubre del año 2019. El detonante fue un alza de treinta pesos en el pasaje del Metro. Ese día estallaron una serie de protestas y disturbios que terminaron en el incendio de un gran número de estaciones del tren subterráneo. Los desórdenes siguieron por varios días con saqueos a tiendas y supermercados. También con ataques a cuarteles policiales. Lo que relato es historia conocida; sin embargo, la saco a colación, pues no imaginé que la clase política, sobre todo la que formaba parte del gobierno en ese momento, iba a reaccionar con tal pánico ante los acontecimientos, aunque estos eran graves y eso hay que reconocerlo. Del mismo modo, no hay que dejar pasar la mala fe con que actuó la izquierda al arrogarse una representación del pueblo en las calles para sacar provecho político. A la larga, dicha representación no fue más que una ilusión y esa también es una verdad que tarde o temprano la historia tendrá que admitir. En fin, sobran los análisis y lo inexcusable, a mi entender, fue la falta de preparación y entereza moral que mostraron las autoridades de gobierno para afrontar situaciones difíciles. Lo anterior es una afirmación dura, pero la digo y sostengo con firmeza desde el Presidente de la República para abajo. Han pasado ya tres años de aquellos hechos y es cierto el dicho que dice: "Después de la batalla somos todos generales". Me podrán decir que soy un agorero o que otra cosa es con guitarra; sin embargo, no olvido el ambiente previo a octubre del 2019 que se vivía en la política chilena. Más de un analista sostenía que se engendraba una revolución. Lo que intento decir es que el famoso "Estallido Social" no debió ser sorpresivo para el Gobierno. Había señales objetivas que permitían anticiparse a un colapso del sistema político y la clase gobernante las ignoró con negligencia por decirlo de una manera suave. Por otro lado, encontramos la personalidad un tanto "especial" del que era nuestro Presidente. Me refiero a Sebastián Piñera. Un hombre con éxito empresarial y que se dio el gusto de ser Presidente de Chile. Estoy convencido de que llegó a la Presidencia por una cuestión de ego y lucimiento personal más que por amor a la patria. Su error consistió, según mi modo de ver las cosas, en que utilizó a la política como plataforma para hacer negocios. Se trata de un personaje que buscó la Presidencia sin que nadie se lo pidiera en varias ocasiones, a cualquier precio y con escándalos desde sus inicios en política en la década de los noventa. Este era su segundo mandato. El primero terminó en desastre para su sector político. Su ineptitud me lleva a pensar que la Presidencia para él era una especie de trampolín que lo ayudara a obtener un liderazgo internacional que satisficiera aún más su ego. Durante todo su gobierno vivió en una realidad paralela y nunca supo o quiso leer las reales demandas de su electorado, a pesar de que hubo varios que se lo advirtieron.  Es obvio que en su segundo período intentó buscar un liderazgo más allá de las fronteras chilenas. En materia internacional se fue a meter a Colombia y desafió al gobierno de Maduro en Venezuela a comienzos del 2019. No logro comprender porqué Piñera pensó que este iba a ser un juego con soldaditos de juguete. No entiendo como no calculó que involucrarse en el conflicto venezolano traería consecuencias. Su política con relación a Venezuela fue tan inconsistente que reconoció a Guaidó como legítimo gobierno venezolano; sin embargo, no fue capaz de expulsar al embajador de Maduro en Chile. Si te involucras en un conflicto de estas características, lo haces o no lo haces. No caben las medias tintas. Y este es el cóctel que estalló el 18 de octubre: Una economía concentrada en pocas manos, una clase política inepta y negligente, una izquierda vociferante y un Presidente viviendo en el limbo. La tormenta perfecta... una pesadilla. Los desórdenes culminaron en una gran manifestación. Más de un millón de personas solo en Santiago se congregaron en la Plaza Italia exigiendo mejor salud, pensiones dignas y educación de calidad. Pero es aquí donde encontramos el meollo del asunto: El ciudadano común salió a la calle exigiendo mejor salud, pensiones y educación. No una nueva Constitución. Sin embargo; la inepta clase política, se aprovechó de las circunstancias y vendió el relato de que todos esos problemas se solucionaban con una nueva Constitución. Por su parte, el débil gobierno de Sebastián Piñera cedió a las presiones de la izquierda. Resultado: en el Parlamento se firmó un acuerdo la noche del 15 de noviembre del año 2019 y abrió un proceso constituyente que se inició con un plebiscito de entrada celebrado el 25 de octubre del 2020 y que dio como resultado un 78 % para el Apruebo y un 22 % para el Rechazo. Si me preguntan, el proceso fue una estafa de principio a fin. Fue producto del miedo ante hechos de violencia a los que no se les puso freno por un gobierno temeroso de ser acusado por violaciones a los Derechos Humanos y la existencia de una izquierda que siempre utiliza esta herramienta como bandera de lucha para conseguir sus fines de manera sesgada y que avaló la violencia como método válido para conseguir objetivos. Me imagino que otro motivo para no frenarla fue un Sebastián Piñera espantado ante la sola posibilidad de ser perseguido por eventuales responsabilidades y que dicha persecución repercutiera en su patrimonio. De más está decir que en la noche del 15 de noviembre reinó el apuro y la improvisación. El sector oficialista cedió en prácticamente todo y se creó un marco institucional que posteriormente fue modificado sin preguntar a nadie. Esa noche se establecieron ciertas normas básicas de manera incompleta e improvisada que dieron lugar a anomalías electorales que después se reflejaron en la Convención. La elección de 155 convencionales constituyentes  se realizó el 15 y 16 de mayo de 2021. Sin duda que la primera anomalía fue una cantidad de escaños reservados para los pueblos indígenas como una manera de avanzar en el reconocimiento de sus demandas. Su finalidad fue garantizar la representación y participación de los pueblos originarios. En total, se reservaron 17 escaños equivalentes a un 11% de la Convención. Solo un 22% del padrón indígena votó para elegir a esos 17 escaños. Muchos de ellos electos con una muy escasa votación. Después nos encontramos con listas de independientes. A partir de la desconfianza hacia los partidos y la élite política en general, surgió la demanda de permitir la presentación de candidaturas independientes. Si bien las candidaturas independientes son permitidas en elecciones al Congreso, la innovación consistió en que para la Convención Constituyente se permitió que las candidaturas independientes se asociaran entre sí para conformar una lista. Lo que sucedió al final fue que estas listas de independientes tenían poco. Se presentaron muchos activistas y dirigentes de izquierda radical que, como dije, estaban lejos de ser independientes en realidad. Ejemplo de lo que digo fue la famosa "Lista del Pueblo". La Convención se instaló el 4 de julio del 2021 y ese mismo día empezaron los shows. En el acto de instalación todos fuimos testigos por televisión de como la convencional Elsa Labraña gritaba de forma destemplada a la funcionaria del Tricel que presidía el acto y de como se pifiaba nuestro himno nacional. Luego vino el icónico caso Rojas Vade que, a mi juicio, hundió al proceso. Este fue un convencional de la Lista del Pueblo electo a base de una campaña en la que dijo estar endeudado para pagar el tratamiento de  un cáncer que en realidad no tenía. Es decir, fingió una enfermedad terminal que no padecía para ser electo. A partir de este episodio, la credibilidad en el proceso se desplomó. Pero esto no fue lo único: vimos a los convencionales disfrazados de dinosaurio y a los que votaban desde la ducha. Fiestas subidas de tono. El cuestionamiento a nuestros símbolos patrios. En fin, todos los días éramos sorprendidos por algún numerito de los convencionales.  Pero al final no solo era la conducta de los convencionales, sino que también el texto mismo de la nueva Constitución que se proponía al país. La nueva Carta Magna consagró un Estado plurinacional, es decir, un Chile compuesto de varias naciones y con territorios autónomos para los pueblos originarios. También un sistema judicial distinto para los mismos pueblos originarios que coexistiría en un plano de igualdad con el sistema nacional. Se propuso el reemplazo del Senado por una Cámara de las Regiones. Derecho al aborto libre. Se debilitó la protección del derecho de propiedad y no se consagró la propiedad de los cotizantes sobre sus cuentas individuales para jubilar. Podemos seguir con un sistema único de salud y de educación por nombrar algunas normas que causaron un profundo rechazo en la mayoría de la población. En resumen: La deliberación constitucional estuvo caracterizada por bochornos y escándalos de los propios constituyentes, por posiciones maximalistas e infantilismos que hicieron difícil o imposible el diálogo. Aspectos positivos, como los mecanismos de participación ciudadana, se vieron empañados por el mal manejo político de los líderes de la Convención. A esto se suma que los constituyentes de centroderecha fueron expresamente excluidos de las negociaciones y acuerdos, impidiéndoles contribuir sustancialmente en el debate. Lo más grave: el proceso constituyente fracasó en su objetivo de servir como punto de encuentro que uniera a todos los chilenos. Las encuestas empezaron a mostrar una visión negativa de la ciudadanía en lo que se refiere a la Convención y su trabajo a partir del mes de abril del año en curso; sin embargo, los constituyentes ignoraron estas señales. Todo culminó en el plebiscito del 4 de septiembre y con un contundente 62% para el Rechazo. El problema constitucional en Chile continúa abierto. En mi canal evito tocar la contingencia, pero esta vez me es imposible soslayarla. Con lo acontecido en mi país, me doy cuenta de lo importante que son la cultura y la filosofía en nuestra formación como ciudadanos ,pues, nos ayudan a enfrentar los problemas con racionalidad. También observo con estupor la falta de formación integral en quienes nos dirigen. Pienso que, y más allá de sí nuestra sensibilidad es de izquierda o derecha, la política debiera ser una actividad lógica y sensata. Dos más dos es cuatro con absoluta independencia a si soy de izquierda o derecha. Es evidente que en la política de hoy prosperan los populismos y lo emocional supera a lo racional. Mi canal es pequeño. Aun así, no desistiré en mi humilde afán de aportarles cultura, coherencia, lógica y sensatez. En reiterarles, y de manera majadera, que nuestro mundo es el producto del trabajo, esfuerzo e inventiva de innumerables generaciones. Lo anterior me motiva a seguir en este emprendimiento porque hay un dicho que dice: "La sabiduría empieza cuando entendemos al mundo como en realidad es y no como quisiéramos que fuera". Y son, precisamente, los que han entendido este aforismo los que han empujado el progreso y el conocimiento. Vivimos en un mundo polarizado donde no es lógico ni racional imponer por la fuerza una forma de ver la vida a los que no la comparten. Sobre todo si esa manera de ver el mundo no se sustenta en una realidad científica que, si bien puede ser dura, no deja de ser la realidad a la que atenernos. En eso consisten las ideologías y por eso también fracasan. Su objetivo es transformar al mundo en como quisiéramos que fuera dejando de lado a una realidad con la cual chocan. Si el problema constitucional que vive Chile se hubiese abordado desde una perspectiva lógica, racional y desde la realidad, no me cabe duda de que otro gallo cantaría. Han pasado tan solo unas semanas, pero, desgraciadamente, poco ha cambiado. Seguimos con dirigentes que no saben en qué país viven y una ciudadanía hastiada de políticos ineptos. Saludos.

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